L' anima sparita

L' anima sparita

martes, 19 de enero de 2010

Tal vez...

Tal vez dormir con una idea en la mente no es lo mejor, mucho menos cuando de pensamientos negativos se trata, pero a veces es inevitable, a veces no puedo ayudarme y de una forma u otra, termino con la cabeza llena de inseguridades que, en su momento parecieron decisiones de las que podía estar segura...

Tal vez despertar con las mismas ideas no sea lo mejor, pero tampoco se puede evitar... y comienza la pelea entre el bien y el mal, entre la tristeza, la alegría, el enojo, la impotencia, las sonrisas, los recuerdos... Tal vez no estoy lista para dejarte ir aún, pero muy dentro de mí, la conciencia de que lo único que haces aquí es llenar un espacio que no quiero vacío, me hace entrar en razón; sobre todo porque has sido parte esencial de mi vida... indiscutiblemente.

Tal vez hemos encontrado un punto en sendas vidas donde ya no debamos o ya no podemos estar juntos, tu sendero te lleva hacia un lado y ese no es el mismo sendero que caminaré yo, que tu vida se aleja de la mía, donde no somos más que dos extraños cara a cara, con nada por decir, nada que pensar del otro... nada que compartir... ya no hay nada mas que un vacío entre los dos que los recuerdos no han podido llenar. Somos dos extraños en tierra de nadie...

Tal vez ese para siempre sí tenía fecha de caducidad y la ha alcanzado... Tal vez es tiempo de seguir cada quien por su camino, cada quien con sus sueños, cada quien su vida...

Tal vez lo que quiero hoy, es tu recuerdo, el fantasma de tu ser, de lo que fuiste y lo que fuimos juntos... nada más.

jueves, 14 de enero de 2010

Soltanto un attimo insieme/ solo un momento juntos

Si potrebbe chiamare amore? Soltanto ci abbiamo visto due volte e sentivo troppi cose... potrebbero essere di più quando la sua mano era vicina alla mia, quando i suoi occhi vedevano i miei... Sentivo una necessità d' essere la sua compagnia, la sua amica, il suo amore... ma... veramente sapevo che non era posibile... Era quasi un fatto che non ci avrebbe un' altra opportunità da vederci...

L'avevo baciato gli occhi, la bocca, il petto, le mani, il corpo entiero... l' anima... l' avevo baciato anche tutto quello imposibile da baciare... Eravamo due strani nella stessa camara da letto... senza niente in comune... soltanto il momento...

Se me está olvidando el italiano, así que aprovecharé para escribir en ese adorable idioma.. hasta que lo olvide por completo... muchas fallas sí que hay... pero... pues... ya que... hahaha

Traducción:

¿Se podría llamar amor? Sólamente nos habíamos visto dos veces y sentía tantas cosas... podrían ser más cuando su mano estaba cerca a la mía, cuando sus ojos miraban los míos... Sentía una necesidad de ser su compañera, su amiga, su amor... pero... realmente sabía que no era posible. Era casi seguro que no habría otra oportunidad para vernos...

Le besé los ojos, la boca, el pecho, las manos, el cuerpo entero... el alma... le había besado todo aquello imposible de besar... Eramos dos extraños en la misma recámara... sin nada en común... sólo el momento...

sábado, 9 de enero de 2010

Baúl

Salí corriendo de casa y sólo me dí cuenta que había olvidado el reloj hasta que iba a la mitad del camino para la entrevista de trabajo que por meses había esperado; a pesar de tener media hora extra al tiempo que normalmente me toma llegar a esa zona, preferí no regresar; el transporte público en esta ciudad nunca llega cuando uno lo necesita y si por casualidad llega en el momento preciso, avanza tan lento que parece imposible llegar a tiempo.

Bajé del metro y caminé con rapidez, no sabía que hora era, pero mi paranoia citadina me decía que era tarde y me acerqué a un hombre que leía el periódico sentado en una banca para preguntarle la hora.
-Las nueve menos cuarto- dijo sin siquiera verme.
- Gracias- respondí, pero al momento en que me vio, su mirada se crispó y su cara, que apenas era visible porque había levantado el cuello de la gabardina negra que llevaba, se desencajó en el acto. Se levantó de la banca y murmuró algo incomprensible y se alejó de mí, esquivando a la gente a su paso.

Comencé a seguirlo sin siquiera hilar bien lo ocurrido con lo que pasaba por mi mente, pero no podía parar, esquivar a todo el que se interpusiera entre mi vista y su espalda. Sé que lo conozco, me dije. Seguí avanzando pero en una esquina lo perdí. ¡Maldita sea! musité. Me detuve a recobrar el aliento en ese mismo lugar ya que no quedaba mucho por hacer, sin embargo, mi instinto me decía que debía seguir cerca y así era: Salió momentos después de una tienda con actitudes de fugitivo y mirando hacia todos lados.

Me acerqué discretamente hacia donde estaba él; el tumulto de gente ayudaba a que yo me camuflara entre sombreros, gabardinas y sacos, yo formaba parte del montón. En ese momento, todo comenzaba a tener sentido y poco a poco las piezas comenzaban a acomodarse en el lugar correspondiente. Esa mirada la conocía, al menos de fotografías en un baúl, esa voz al menos la había escuchado decir algo más que "las nueve menos cuarto", aunque vagamente recordaba que esas palabras habían marcado mi vida para siempre muchos años atrás.

Logré alcanzarlo y me paré frente a él. A pesar de estar a escasos centímetros de él, no podía verlo con claridad. Rodó una lágrima por mi mejilla y antes de que la voz se me quebrara pude apenas mascullar: ¡Papá!

miércoles, 6 de enero de 2010

Celebración...

Jamás había pasado por un cumpleaños así en mi vida: Me despertó el teléfono el sábado, era mi madre deseándome un feliz día, a sabiendas que iría a desayunar con mis amigas más cercanas. Después de colgar, noté que aún era temprano, pero que sería bueno comenzar con la transformación requerida para ese día... Semanas antes había decidido que quería vestirme con un vestido vermellón, zapatos de charol rojos con negro, y accesorios negros que formaran parte de la diversión. Ese era mi día, y por lo tanto, quería que el mundo lo notara.

Tras un largo y agradable baño, me sequé y embadurné mi cuerpo con crema, me consentí como hacía mucho no lo hacía. Salí del baño vestida con el vestido que había comprado semanas antes, y comencé a maquillarme y agregar los últimos toques a mi atuendo. Tenía el compromiso de verme perfecta ese día. Mi día.

Subí al taxi que había llamado momentos antes con el vestido carísimo y los zapatos que mi bolsillo resentiría por un buen rato... No importaba, hoy tenía que ser perfecta, verme radiante. Llegué al restaurante que había escogido para celebrar mis segundos quince años con algo de retraso, pues estaba muy lejos de casa, y pregunté al gerente si ya había llegado alguna de las invitadas al evento... Su respuesta fue "no, señorita, pero si gusta tomar asiento". Sonreí cortesmente aunque por dentro estuviera un poco molesta por la impuntualidad de mis amigas y seguí al gerente hasta que llegamos a una mesa para diez personas arreglada como las demás, excepto por un arreglo de rosas rojas que resaltaban sobre la mantelería y la vajilla color hueso.

Se acercó un mesero a entregarme la carta y le pedí café americano para controlar el hambre feroz que tenía. En un momento, volvió con una cafetera que despedía a su paso un aroma delicioso, y también con una canastilla de pan recién hecho y no pude evitar tomar un pan para acompañar mi café durante la espera. Quedamos a las once, ¿qué les pasa? pensé. El tiempo pasaba, y mi impaciencia crecía y el pan de la canastilla desaparecía. Eran las doce y cuarto; en quince minutos dejarían de servir desayunos para dar comienzo a la comida. Yo estaba a punto de marcharme y pagar por mi café y los panecillos que me comí, me sentía fatal y con ganas de llorar, pero mi maquillaje había quedado tan bien que temí arruinarlo.

En el momento que había decidido marcharme, se me acercó un hombre joven, apuesto y con una sonrisa me preguntó qué hacía yo ahí sola en una mesa tan grande. Sonreí apenada y contesté la verdad: que mis amigas me habían dejado plantada en mi cumpleaños.

Me miró y me sonrió condescendiente y me invitó a sentarme con él. Finalmente, no tenía nada mejor por hacer que sentarme con un desconocido a conversar y a comer, así que acepté satisfecha. Era la primera vez que mi cumpleaños era de verdad, un asco, pero a la vez, era un cumpleaños en el que por fin me había permitido hacer algo arriesgado: platicar con un extraño.

Pedimos la carta, y el mesero me miró sorprendido al ver que me había cambiado de mesa "yo pagaré la cuenta anterior de la señorita" dijo Daniel, olvidé mencionar su nombre antes. Sonreí apenada y continuamos la conversación. Platicamos de mil cosas, entre ellas mis crisis de estrés por culpa de los alumnos que tenía, y él a su vez me contaba sobre lo fascinante que es su trabajo, y lo cansado que puede llegar a ser la vida de un fotorreportero.

Nos dieron las cuatro de la tarde y seguíamos platicando, teníamos tanto en común que no podía creerlo, al menos algo bueno podía sacar de lo terrible de mi mañana. Seguimos en la conversación hasta que me levanté para lavarme las manos. Al volver, vi al mesero hacer una seña hacia alguien más, y fue cuando comenzaron a cantarme Las Mañanitas. Lloré de emoción, pues era más amable el chico que acababa de conocer que mis amigas de toda la vida, que hasta entonces, no habían aparecido en mi día.

Después de comer el postre, un delicioso pastel de queso con fresas y café, se ofreció a llevarme a mi casa. Al principio me negué, una mujer decente no se permite esos lujos, aunque después rectifiqué, ya tengo treinta y ya me está permitido hacerlo. Accedí después de titubear un momento y me subí a su auto negro, deportivo y cómodo. La plática parecía no tener fin, y el vino que tomamos parecía surtir su efecto. Comenzaba a obscurecer y agradecí conocerlo porque me daba miedo volver a casa sola.

Sin motivo alguno, en algún semáforo en rojo me acerqué a sus labios y los besé apasionadamente. El cláxon del auto de atrás nos avisó que el semáforo había cambiado a verde momentos antes, pero que no habíamos notado. Durante el trayecto, los besos y caricias no las pudimos contener. Ya no faltaba mucho para llegar a mi casa y decidí que debía guardar un poco de compostura. Después recordé que vivía sola, que ya no tenía cuentas por entregarle a nadie y que sería bueno continuar en casa...

Se estacionó y bajó del auto para abrirme la puerta qué caballeroso, pensé. Me escoltó hasta la puerta y lo besé de nuevo, mientras mis manos acariciaban su torso. "¿Quieres pasar?" le dije sin titubear. Él asintió y yo buscaba las llaves en mi bolso. Saqué las llaves y jalé el vestido hacia abajo para que se viera el escote más pronunciado. Lo besé de nuevo, lo acariciaba y despeinaba su cabello. Descubrí en ese momento que tener sexo desenfrenado con un total desconocido me excitaba demasiado, el simple hecho de pensarlo, aceleraba mi pulso.

De espaldas a la puerta, comencé a morder el lóbulo de su oreja y y a frotar mi cuerpo contra el suyo sugestivamente. Al momento de tocar el pomo de la puerta me dijo "¿no crees que sería bueno parar?". Como respuesta obtuvo unas manos traviesas desabotonando su camisa, desabrochando su cinturón y una boca mordiéndolo salvajemente.

Giré el pomo de la puerta, prendí la luz y escuché "¡sorpresa!" detrás de mí. Al voltear, encontré a mis amigas, a mi madre, mi padre, mis hermanas y mis tías boquiabiertas. No esperaban que mi entrada fuese así. Al mirar la cara de Daniel, noté que todo había sido un plan donde incluso él estaba inmerso...

Sí, fue la sorpresa más grande de mi vida.

Vacío

Había despertado con la sensación de que había dejado algo importante en algún lado, de que la noche anterior había olvidado algo, pero no sabía qué. Sin embargo, puedo decir que el levantarme fue muy difícil, el moverme, complicado, y el continuar el día fue lastimoso y catastrófico. No sabía que me faltaba... No entendía nada.

Me movía libre en la seguridad de la rutina, el trabajo, la hora de comida con los compañeros del trabajo, la hora de salida, la llegada a casa, fuera zapatos, medias, falda, blusa. Hola pijama, cepillo y pasta dental, hola pantuflas de peluche en forma de conejo... Aún faltaba algo... No lo quise pensar.

Desperté a la mitad de la noche, no revisé el reloj, pues había escuchado por ahí que no era bueno revisar el reloj si se tiene insomnio... Me detuve a pensar en mil cosas, en mil situaciones y apareciste en mi recuerdo con fugaz brillo.

Dos días antes, nos habíamos visto después de mucho tiempo sin hacerlo, hacía mucho que no platicábamos, pero como era de esperarse, la plática se tornó tan espinosa y dolorosa que no quise continuar... Mis disculpas no eran suficientes, mis lágrimas no parecían sinceras ante tus ojos. Por honor y un poco de dignidad, me levanté de la mesa del café donde pasamos nuestros últimos aniversarios y me alejé de tí.

Mis lágrimas corrían a la derecha, mi cuerpo un ovillo entre las sábanas. Entonces comprendí todo: aquello que creaba el vacío era mi corazón ausente, que quedó hecho trizas debajo de tu zapato...

sábado, 2 de enero de 2010

Un viaje particular

Un día, camino a mi casa, tomé el bus como siempre, al rededor de las ocho de la noche, cerca de mi trabajo. Mi bolso era tan grande y pesado que me costó un poco de trabajo subir al camión y pagarle al chofer. Enseguida busqué con la mirada un asiento y logré ver uno en la parte de atrás. Caminé hacia mi meta y me senté dejándome caer en el asiento, sería como siempre un largo trayecto.

Saqué un libro de mi bolsa y comencé a leer, pero no pude avanzar más de una cuartilla al sentir una fuerte mirada sobre mí. Miré al rededor y no había nadie mirándome; miré la zona donde estábamos, y realmente no habíamos avanzado mucho maldición, es quincena pensé. No habíamos avanzado más de 5 cuadras desde que le hice la parada al conductor.

Continué con mi lectura y me perdí un buen rato, pero nuevamente, sentí una mirada que no dejaba de analizarme. Esta vez volteé con más cautela, y noté a un hombre entrado en años, cabello entrecano, pero jovial y con una mirada fuerte, pero agradable. Le sonreí, y él me sonrió con gesto amable.

De nuevo, me sambullí en las páginas del libro, ya estaba por llegar al clímax de la novela cuando una voz gruesa, varonil y melódica me saludó "buenas noches". Miré al lugar donde provenía la voz; el mismo hombre maduro me saludaba amable, y contesté con la misma amabilidad.

Intenté continuar con mi lectura, pero su mano tocó la mía, la cual sostenía el libro, me quitó el libro de entre las manos y lo cerró con cautela. Mis ojos se centraron en los suyos, obscuros como el café americano pero con una chispa que no pude identificar "desde que subiste al camión, me atrapaste" dijo.

No sé por qué cedí, pero el camino hacia mi casa se me hizo aún más corto cuando me perdí en sus labios. No pude parar, sólo noté que tenía que bajar una cuadra después de la parada de mi casa.

Situaciones extrañas habían pasado antes, pero jamás como lo que había vivido esa noche. Obviamente, no volví a ver a ese hombre, pero todas las noches me subo al camión con la esperanza de verlo de nuevo.

viernes, 1 de enero de 2010

Mood swings

Creo que me he vuelto loca... Desperté con alegría en el espíritu, sonrisas en un bolsillo listas para ser repartidas de puerta en puerta, de mano en mano. Intenté levantar mi cuerpo al nivel de mi ánimo, pero el ánimo estaba demasiado arriba para poder alcanzarlo incluso con escaleras.
El agua tibia de la regadera hacía contacto con mi cuerpo y recordé una canción que mi madre solía cantarme mientras me bañaba cuando era muy pequeña.

Las lágrimas se confunden con el agua que cae sobre mi cabeza, la nostalgia me come de a poco y me pierdo en mis pensamientos, sonrisas cristalinas de infancia, alegrías compartidas, travesuras escondidas... De mi infancia sólo quedan recuerdos rotos, trocitos de alegrías guardados en mis memorias.

Salí del baño con una toalla envolviéndome, mis sonrisas se habían escapado del bolsillo, mi alegría se había esfumado como el vapor que salía del baño. Noté que mi vida no sería jamás tan feliz como lo fue mi infancia, como tal vez no fue mi juventud y como imposiblemente llegaría a ser mi edad adulta.

Prendí la radio mientras me maquillaba y la música mejoró mi ánimo una vez más, en especial porque escuché una canción que hacía años no escuchaba, subí el volumen a su tope, y yo cantaba con todas las fuerzas que mi ser podía cantar. Había recolectado de nueva cuenta las sonrisas que desaparecieron por algún lugar de mi casa, como gotas de agua condensadas en la pared por el vapor después de bañarme.

Busqué a Mandú, mi gato siamés por la sala, el comedor y la cocina... Se había ido, y con él,
mi felicidad se esfumó una vez más...

Madre Vida...

La niña vuelve a su madre con la cabeza agachada, los ojos apenados diciendo una y otra vez "no lo vuelvo a hacer"... Esa niña, soy yo, diciéndole a la madre vida "no lo vuelvo a hacer":
- No vuelvo a amar si no me aman de vuelta.
- No vuelvo a sonreír a menos que tenga buenas razones para hacerlo.
- No vuelvo a llorar si no encuentro un hombro donde hacerlo.
- No vuelvo a pedir compañía si no quiero sufrir...

Comencé a decirle a mi madre cuánto era que odiaba que me hubiera parido, cuánto odiaba su existir en el mío, cómo odiaba vivir para ella... Sin embargo, dulcemente, me abrazó y me permitió apoyar el mentón en su hombro, humedeciendo su vestido de encaje y jazmín. Me consoló y me dijo serena:

- No me prometas que dejarás de amar, porque para eso estás aquí.
- No dejes de sonreír; aunque no haya razones visibles, las hay dentro de tí.
- No te detengas para llorar: hazlo aunque el mundo crea que son tonterías.
- No te alejes del mundo creyendo que sufrirás, porque con esa idea, sólo te atormentarás más.

Me explicó que realmente no esperaba mi llegada, pero que se sentía dichosa de tenerme frente a ella, que amaba mi existir en el suyo... Sin embargo, fieramente, no pude contenerme y le dí una bofetada, quité mi mentón de su hombro, sequé mis lágrimas lejos del encaje, lejos del jazmín...

Madre Vida, he llegado a un hartazgo, tanto de tí como de mí... No sé en qué momento me desencanté de tí y me di cuenta que no eres hermosa, ni perfecta, ni grande, ni adorable... Tu vestido hermoso sólo causa en mí repulsión y me siento enferma de sólo pensar en tí.

Mármol

Te miré de reojo, no quise parecer impertinente, ¿sabes? y con tanto ruido y tanta gente, no me atrevía a acercarme y después de un momento, no pude evitarlo y no importándome nada, te dí un beso... Me importó un carajo que tu novio nos viera, que sus amigos estuvieran presentes; que días antes te hubiera entregado un anillo de compromiso... Sabía que tenías que ser mía... y yo sería para tí.

Esperaba tu reacción: una bofetada que me recordaría el respeto que debía tenerle a las demás personas, un puntapié que me alejara de tí, o la súplica en tus ojos que me haría entender que no deseabas que estuviera allí; sin embargo, tus labios y los míos estuvieron unidos más tiempo del que yo esperaba. Incluso creí que era inminente el golpe que recibiría de tu prometido al darse cuenta del movimiento que había hecho pero no recibí ninguna objeción.

Al separarme de los labios de miel que tienes, sonreí con un poco de vergüenza en mi ser, con la piel ruborizada; pero antes de que pudiera decir palabra, tomaste tu mano izquierda con la derecha, hiciste un delicado movimiento y tocaste el pecho de tu prometido... Le habías guardado el anillo en el bolsillo delantero de la camisa.

Acto seguido, me tomaste de la mano, y me invitaste a salir corriendo del ruido y la conmoción que los bares causan. Después de alejarnos de aquél lugar, nos escondimos en un callejón que poca luz recibía de la luminaria de la calle, tomaste mi mano y me besaste una y mil veces, y con cada beso, te entregaba parte de mi corazón y mi alma... Jamás olvidaré las sensaciones que causaste en mí.

Tu piel, un mármol pálido en donde quería crear con mis manos las más bellas esculturas... Tus labios me invitaban a besarlos mil veces más... Tus ojos me pedían más de ese momento... Yo no pude parar... Me excitaba tanto con el olor de tu piel y tu respiración entrecortada, que me era difícil detenerme.

-Es la primera vez que estoy con una mujer- dijiste apenada.
- Lo sé- dije- por eso te amé desde que te vi.