L' anima sparita

L' anima sparita

sábado, 4 de agosto de 2012

El bosque

La vida me ha llevado por caminos lúgubres, vacíos. Solitarios. La vida me ha colmado de lámparas y velas y celulares con luz; la vida me ha puesto en el camino piedrecitas, ramas y hojarazca y también me ha tocado uno que otro tropezón.

He aprendido a caer, he aprendido a llorar y he aprendido que el dolor es sólo una parte del camino. También el cansancio, la desesperanza y el olvido, así como la falta de motivación, la falta de amor y la confusión y la disyuntiva de seguir caminando o parar y querer volver o simplemente, comenzar a juntar ramas para crearse una casa, almacenar fibras para tejerse harapos y recolectar frutos y hacer pruebas entre lo que puede matarnos de lo que puede aliviarnos un dolor de estómago, una migraña o un mal de amores.

El camino cada día parece más largo, más pedregoso y enredado. A veces siento que no avanzo, otras que avanzo miles de kilómetros y las más, que camino en círculos. Se llegan épocas difíciles. Comienzo a sentir frío y, por si fuera poco, mi boca está seca, mis entrañas se comen a ellas mismas y yo no sé si robarle una hoja al roble o morder la corteza del ciprés.

Me he cansado. Ya caminé, ya troté y ya corrí, los días se hacen noches, las noches se hacen días y yo me hago vieja sin encontrar una salida. No sé si es martes o domingo, a veces el follaje de las copas tan abundantes me prohíbe ver el cielo y otras, pareciera que los árboles se cansaron de florecer. Troncos viejos, tirándose al olvido. A veces siento un rayo de sol sobre mi frente y otras más, termino bañada por la lluvia que no sé si es por un norte o por un frente frío.

No tengo equipo de supervivencia. Me mandaron a la guerra y me dejaron sin fusil. Me pusieron en el camino amarillo y me quedé sin zapatos rojos, sin león y sin hombre de hojalata. No tengo brújula ni cerillos y mi celular no tiene cámara para documentar mis andares. Si acaso tengo las luminarias que me trajo la vida y muchas ganas de salir de este bosque que pareciera no tener fin.

Es así mi vida, es así mi estancia en este mundo y, curiosamente, mi corazón vive de la misma manera: sequías, lluvias, chubascos, neblinas y brisas. Luz y obscuridad, noches de olvido y días solitarios, verde hoja, verde olivo, verde bandera. Marrón. Negro.

Mi corazón pasó por estaciones, por ventarrones, obstáculos y, si he de ser sincera, ganaría una medalla de platino si es que las hubiera, por su perseverancia, su fuerza y el amor que siempre se ha permitido regalar.

Este corazón que tanto se ha marchitado, que tantas veces se ha rendido, que tantas veces se ha inundado con lágrimas de coraje o dolor. Este cuenco de virtudes y defectos, este remanso de agua pura y de viejos recuerdos, el mismo que he decidido entregarte, es el que ha estado conmigo la vida entera y tal vez un poco más y ahora, ahora quiere compartirse contigo, quiere enredarse con tus ideas, quiere enamorarse de tu piel, de tus creencias, ilusionarse con tus sueños y compartir contigo las alegrías que te florezcan y tristezas que te inunden, quiere ser tuyo. Tuyo quiere vivir y tuyo quiere morir. Quiere completarse contigo y nunca más tener que dejarte ir. Este corazón quiere vivir sus sequías y su abundancia enteramente contigo.

Es así como mi joven y lastimado corazón me saca ventaja, mucha ventaja. Dejó de temer, dejó de querer alumbrarse el camino con cerillos o chispas de encendedor. Te encontró a ti, se acompaña de ti, te ama a ti. Se ha dado cuenta de la verdad y siempre te ha de repetir "Quiero fotos contigo, quiero recuerdos contigo. Quiero mi vida contigo", sabiéndose tuyo, sabiéndote de él... En ti.