"Locura y amor tienen un matrimonio, no como el de tu madre con tu padre, Adela, éste sí es para siempre, éste sí es sincero".
Como era común, una tarde llegó mi abuela a la escuela por mí y fuimos a casa. Recuerdo que ese día no había nada para comer en la casa y mi abuela se dispuso a cocinar su sopa con todo, una especie de brebaje que incluso ella decía que era raro y que había aprendido a hacerla con una bruja que vivía en el pueblo donde creció.
Ahora que lo pienso, nunca supe qué ingredientes agregaba a la olla, pero el sabor, color y textura del guiso eran exquisitos. Sólo sé que esa tarde me puso a pelar papas y al final, creo que ni siquiera una papa tenía la sopa, porque las papas las hizo fritas y con catsup. Sin embargo, mientras preparaba la comida, mi abuela me contaba otra de sus historias fantásticas, de esas que no he podido olvidar hasta hoy y por eso es que la cuento hoy... La historia iba algo así:
Tus cuentos y películas, Adelita, siempre hablan de príncipes en corceles blancos, que combaten dragones, libran batallas, cruzan valles de soledad y peligro para estar con su princesa; pero siempre se olvidan de las mujeres que también lucharon, no por un príncipe, sino por una princesa también. (Sí, mi abuela siempre fue muy abierta con muchos temas a pesar de mi corta edad).
Cuentan que en tierras celtas, nació en el seno de una familia poderosa dentro de los clanes que conformaban su aldea, una niña llamada Maireen. Le pusieron ese nombre debido a que nació muy cerca del mar y también por la importancia que el mar tenía para su pueblo. Su nombre significaba estrella de mar.
Desde muy pequeña, Maireen mostró ser muy hábil en las artes de la caza como sus hermanos Macklin y Galen. En realidad, era mejor que Galen, pero siempre le fue difícil superar a Macklin en esos menesteres; a pesar de eso, Maireen siempre mantuvo una actitud positiva, aunque no le gustaba tener que aprender las manualidades que le enseñaba su madre. Ella prefería salir a buscar aventuras con su padre y sus hermanos que quedarse con su madre y hermanas a completar las labores del hogar.
Una tarde, salió de su casa junto con sus hermanos para ir de cacería, pero su madre la detuvo poco antes de partir para que ayudara con algunos quehaceres del hogar. Después de mucha insistencia y poca flexibilidad por parte de su madre, quedóse en casa para ayudar en las labores pendientes en casa. Poco después de haber terminado con sus deberes, pidió salir a caminar al campo, ya no podría alcanzar a su padre y hermanos porque llevaban ya muchas horas fuera.
Caminó por la campiña un largo rato pensando muchas cosas de su vida. A pesar de ser muy joven, nueve o diez años tenía, siempre fue muy madura; además de que en esa época, morían muy jóvenes. Anduvo por largo rato entre árboles y hierbas silvestres hasta que sintió no poder seguir y se sentó sobre un árbol que yacía en el pasto. Al parecer, un rayo había caído sobre él, lo que había provocado que cayera al suelo. Quedóse mirando al horizonte, no había mucho que hacer hasta que pudiera recobrar el aliento y regresar a casa y fue entonces cuando sintió que alguien tocaba su hombro izquierdo. Volteó hacia atrás y no vio a nadie, lo que le heló la sangre hasta que escuchó una risita burlona detrás de ella, pero al lado derecho.
-Hola, soy Edana , vivo muy cerca de aquí. Jamás te había visto, ¿cómo te llamas?- dijo una voz dulce y melodiosa que se materializó en una niña de cabellos rubios y ojos grandes y tan verdes como las esmeraldas.
-Hola, yo soy Maireen. Vivo lejos de aquí, en realidad, espero no haberme perdido ya- a decir verdad, Maireen nunca había sido buena para socializar debido a su alejamiento de la gente común y corriente.
-Maireen, ¿quieres jugar conmigo?- dijo la vocecilla, tímidamente.
- ¿Jugar? Sólo sé cazar, no sé hacer otra cosa mejor- dijo Maireen un poco seca.
- Juguemos a que tú eres un cazador y yo soy una terrible bestia que se comerá al pueblo si no me atrapas.
Ambas niñas rieron y corrieron por la campiña un largo rato hasta que comenzó a obscurecer.
-Creo que mejor me voy- dijo Maireen apenada- pero me divertí mucho. Gracias.
Dicho esto, la niña emprendió su camino de regreso a casa.
Al llegar a su casa, se dio cuenta que ya no se sentía igual, que realmente esa niña, tan similar a ella y tan diferente a la vez, sería una persona muy importante para ella, por lo que decidió seguir frecuentándola durante mucho tiempo, incluso después de haber pasado muchos años.
La tarde en que Edana celebraba su cumpleaños número 13, llegó Maireen con algo entre las manos.
-Toma. Es para tí- dijo al tiempo que alargaba el brazo y volteaba la cara, como si le avergonzara entregar lo que llevaba.
-Gracias, - dijo Edana sin realmente tomarle mucha atención hasta que vio que estaba hecho muy cuidadosamente.- Gracias de verdad. Seguro tu mami lo revisó antes de que terminaras, te quedó muy lindo.
- En realidad, lo hice con mis propias ideas, Por eso no quedó tan bien.
-¿Estás loca? Es el mejor regalo que pudieran darme- dijo al tiempo que se ponía el hermoso collar que acababa de recibir.
Como era común, una tarde llegó mi abuela a la escuela por mí y fuimos a casa. Recuerdo que ese día no había nada para comer en la casa y mi abuela se dispuso a cocinar su sopa con todo, una especie de brebaje que incluso ella decía que era raro y que había aprendido a hacerla con una bruja que vivía en el pueblo donde creció.
Ahora que lo pienso, nunca supe qué ingredientes agregaba a la olla, pero el sabor, color y textura del guiso eran exquisitos. Sólo sé que esa tarde me puso a pelar papas y al final, creo que ni siquiera una papa tenía la sopa, porque las papas las hizo fritas y con catsup. Sin embargo, mientras preparaba la comida, mi abuela me contaba otra de sus historias fantásticas, de esas que no he podido olvidar hasta hoy y por eso es que la cuento hoy... La historia iba algo así:
Tus cuentos y películas, Adelita, siempre hablan de príncipes en corceles blancos, que combaten dragones, libran batallas, cruzan valles de soledad y peligro para estar con su princesa; pero siempre se olvidan de las mujeres que también lucharon, no por un príncipe, sino por una princesa también. (Sí, mi abuela siempre fue muy abierta con muchos temas a pesar de mi corta edad).
Cuentan que en tierras celtas, nació en el seno de una familia poderosa dentro de los clanes que conformaban su aldea, una niña llamada Maireen. Le pusieron ese nombre debido a que nació muy cerca del mar y también por la importancia que el mar tenía para su pueblo. Su nombre significaba estrella de mar.
Desde muy pequeña, Maireen mostró ser muy hábil en las artes de la caza como sus hermanos Macklin y Galen. En realidad, era mejor que Galen, pero siempre le fue difícil superar a Macklin en esos menesteres; a pesar de eso, Maireen siempre mantuvo una actitud positiva, aunque no le gustaba tener que aprender las manualidades que le enseñaba su madre. Ella prefería salir a buscar aventuras con su padre y sus hermanos que quedarse con su madre y hermanas a completar las labores del hogar.
Una tarde, salió de su casa junto con sus hermanos para ir de cacería, pero su madre la detuvo poco antes de partir para que ayudara con algunos quehaceres del hogar. Después de mucha insistencia y poca flexibilidad por parte de su madre, quedóse en casa para ayudar en las labores pendientes en casa. Poco después de haber terminado con sus deberes, pidió salir a caminar al campo, ya no podría alcanzar a su padre y hermanos porque llevaban ya muchas horas fuera.
Caminó por la campiña un largo rato pensando muchas cosas de su vida. A pesar de ser muy joven, nueve o diez años tenía, siempre fue muy madura; además de que en esa época, morían muy jóvenes. Anduvo por largo rato entre árboles y hierbas silvestres hasta que sintió no poder seguir y se sentó sobre un árbol que yacía en el pasto. Al parecer, un rayo había caído sobre él, lo que había provocado que cayera al suelo. Quedóse mirando al horizonte, no había mucho que hacer hasta que pudiera recobrar el aliento y regresar a casa y fue entonces cuando sintió que alguien tocaba su hombro izquierdo. Volteó hacia atrás y no vio a nadie, lo que le heló la sangre hasta que escuchó una risita burlona detrás de ella, pero al lado derecho.
-Hola, soy Edana , vivo muy cerca de aquí. Jamás te había visto, ¿cómo te llamas?- dijo una voz dulce y melodiosa que se materializó en una niña de cabellos rubios y ojos grandes y tan verdes como las esmeraldas.
-Hola, yo soy Maireen. Vivo lejos de aquí, en realidad, espero no haberme perdido ya- a decir verdad, Maireen nunca había sido buena para socializar debido a su alejamiento de la gente común y corriente.
-Maireen, ¿quieres jugar conmigo?- dijo la vocecilla, tímidamente.
- ¿Jugar? Sólo sé cazar, no sé hacer otra cosa mejor- dijo Maireen un poco seca.
- Juguemos a que tú eres un cazador y yo soy una terrible bestia que se comerá al pueblo si no me atrapas.
Ambas niñas rieron y corrieron por la campiña un largo rato hasta que comenzó a obscurecer.
-Creo que mejor me voy- dijo Maireen apenada- pero me divertí mucho. Gracias.
Dicho esto, la niña emprendió su camino de regreso a casa.
Al llegar a su casa, se dio cuenta que ya no se sentía igual, que realmente esa niña, tan similar a ella y tan diferente a la vez, sería una persona muy importante para ella, por lo que decidió seguir frecuentándola durante mucho tiempo, incluso después de haber pasado muchos años.
La tarde en que Edana celebraba su cumpleaños número 13, llegó Maireen con algo entre las manos.
-Toma. Es para tí- dijo al tiempo que alargaba el brazo y volteaba la cara, como si le avergonzara entregar lo que llevaba.
-Gracias, - dijo Edana sin realmente tomarle mucha atención hasta que vio que estaba hecho muy cuidadosamente.- Gracias de verdad. Seguro tu mami lo revisó antes de que terminaras, te quedó muy lindo.
- En realidad, lo hice con mis propias ideas, Por eso no quedó tan bien.
-¿Estás loca? Es el mejor regalo que pudieran darme- dijo al tiempo que se ponía el hermoso collar que acababa de recibir.
Maireen se quedó un rato platicando con Edana sin darse cuenta de la hora y volvió a casa poco después de haber obscurecido. Era lógico que, con los peligros que los depredadores del bosque suponían para una niña, fuera reprendida fuertemente. Sin embargo, eso tenía sin cuidado a Maireen que había regresado muy feliz, como en la vida se había sentido. ¿Qué sería aquello que la ponía tan feliz? ¡Edana! Edana era quien la hacía sentir tan alegre y en paz; era Edana quien la animaba aún si sólo estaba en su pensamiento, así pasaran muchas lunas sin verla.
Cuentan que una tarde, Edana fue a buscar a Maireen, pero no la encontró porque había salido de caza con sus hermanos. Decidió esperarla por horas enteras y comenzaba a obscurecer, fue entonces cuando Maireen apareció entre los árboles, pero al ver a Edana sentada en el pasto, corrió a esconderse tras unos árboles, pues no quería que la viera en esas circunstancias. A pesar de esto, Edana se acercó a ella con sigilo, la saludó, tomó sus manos y las besó.
Maireen no supo cómo reaccionar en ese instante y lo único más sensato que se le ocurrió fue responder con un beso en la mejilla que se convirtió en un beso en los labios de rosa que tenía Edana.
-Perdóname. No pude contenerme- dijo Maireen apenada y con un hilo de voz.
-Ni yo te habría pedido que lo hicieras- dijo Edana, sonriente.
Así fue como comenzó una historia secreta de amor, así como todos los cuentos viejos, Adela. De esas historias como la de Romeo y Julieta que luego te contaré...
Todo iba viento en popa hasta que los padres de Maireen se enteraron de la extraña relación que tenían las dos niñas y, para salvar el honor familiar, mandaron a su hija a vivir lejos de donde vivían, a que viviera sola y volviera sólo si cambiaba de parecer.
Cuentan también que Maireen no volvió jamás a casa, pero fue porque después de tres ciclos lunares, tocaron a la puerta de su pequeño hogar. Abrió lentamente la puerta y no pudo creer lo que sus ojos miraban.
-¿Cómo me encontraste?- preguntó asombrada, pero con una sonrisa en sus labios.
-Mi corazón me dijo hacia dónde ir. Sólo le hice caso y te encontré- contestó Edana tímidamente.
-Me alegra tanto que le hicieras caso- dijo Maireen al tiempo que abría la puerta para dejar entrar a Edana. Cerró la puerta y la besó en los labios.
La verdad es que no sé qué haya pasado después, Adela. Pero quiero suponer que tuvieron un "felices para siempre" como el de los cuentos que te compra tu mamá. Ahora a servir la sopa que se va a enfriar, Adela. Ayúdame a poner la mesa.