L' anima sparita

L' anima sparita

martes, 7 de mayo de 2013

No sé por qué te quiero

                                                       Como lo pienso, lo creo; como lo creo, lo digo. Como lo digo lo                   
                                                       callo. Como lo calle, me muero.

Escuché su voz una vez más. En mis manos, el sudor del miedo y en mi memoria, su despedida. No pensé que se marcharía así, si todo parecía tan perfecto, tan completo.

Me dejó un par de rosas sobre la mesita de noche, me dejó un cajón lleno de recuerdos y una almohada impregnada de un perfume tan corriente como mi perversa mente, pero que en ella tenía el olor más dulce que un puñado de chocolatinas.

Me desperté sin fuerzas, me acurruqué sin sueños, sin mundo, sin vida. ¿Qué sería de mí ahora? Estaba presente en todas partes y, al mismo tiempo, dejaba su ausencia inundando la casa, la cama, mis manos y mi cuerpo.

Siempre, muy dentro de mí supe que se iría, pero no esperaba que se fuera tan pronto, no esperaba que se fuera tan callada, tan retraída, tan ajena. Nunca puse mi presente en sus manos, pero sí mi futuro en su piel. ¿Qué será de mí mañana? ¿Qué responderé a las hirientes preguntas que surgen en cualquier reunión familiar?

Constantemente me recrimino por todo lo que no nos dijimos y por lo poco que compartimos, a veces me siento vacío y, a veces, me siento tan triste que desearía poder dejar de sentir aunque fuera por un instante. Todo es inútil. Aún entre sueños, entre risas, en el espejo y entre las sábanas veo nítidamente su cuerpo, siento su tibia piel bajo mis manos.

Ya no está. No estará y no volverá sus pasos a este pasillo pasado de su vida. Tengo la certeza de que no moriré de amor, pero contar las horas me hacen sentir que desfallezco de a poco. No puedo callarlo, no puedo negarlo: nos he perdido.

Tengo íes en los puntos y puntos suspensivos y suspenso en la memoria y memorias entre versos y versos que nunca le entregué por no saber decir "no sabes cuánto te quiero".