A pesar de estar acostumbrada a esta piel de ser extraño que vaga sin rumbo entre la gente normal, que usa ropa de vestir y zapatos recién boleados en la esquina de alguna plancha o plaza en la ciudad; a pesar de estar acostumbrada a ser una rechazada más en el mundo de los normales, creo que aún no me acostumbro a ser el fracaso de ser vivo que pareciera estoy destinada a ser. Uno de esos parásitos,uno de esos virus que contaminan lo que tocan. En realidad, me parezco más a un virus... En realidad, había olvidado que ya no estoy viva. Podrían considerar alguna relación con Drácula, si quisiera hacerme la importante y solamente porque compartimos la magia, desdicha y maldición de ser entes anacrónicos, antagónicos de lo común y que se mueven por la vida sin realmente estar vivos. Sólo por eso me permito la comparación, porque hasta Drácula tenía un asunto más interesante que tratar de lo que pueda yo decir, pensar, creer...
Y de lo que creo, todo se vuelve polvo una y otra y otra vez, como si estuviera destinado todo a perecer ante mis ojos, pero al mismo tiempo, pareciera que eso me alarga ésto que muchos llamarían vida, pero que bajo esta piel y esta carne, se ha vuelto una agonía... Es por ello que a veces las rasgo, para ver si hay algo más interesante bajo este disfraz tan mal hecho de persona normal; este disfraz de tan terrible calidad que con cada tirón de tela, pareciera que el relleno de las pequeñas perlitas se fuese a salir. Lo único que nos diferencia a los osos de felpa y a mí, es que las perlitas que los rellenan son blancas y las mías son rojas. Pequeñas perlitas que fluyen como si fueran agua sobre la sábana o la alfombra o un trozo de papel. Perlas de un asqueroso disfraz que me veo obligada a utilizar todos los días para no espantar al mundo y agradar un poco.
A pesar de lo terrible del disfraz, puedo decir que ha resultado un tanto efectivo, porque ha logrado embelesar a más de uno, aunque también ha logrado descepcionar a más de un millar, incluyéndome a mí frente al espejo.
Hay días en los que ya no soporto este estúpido disfraz y por eso siento la gran necesidad de rasgar y rasgar, cortar y cortar, como quien busca modificarlo o destruirlo, pero no me atrevo a hacerlo girones, porque después de todo, aún creo que hay algo que me mantiene atada a él y no sé qué sea. ¿Serán acaso la correas de ese asfixiante corsette? Si así fuera, entonces entiendo por qué no lo deshago en su totalidad: Porque ese corsette que apenas si me permite respirar, me flagela, justo lo que merezco por no ser una persona común. Por no ser una persona normal.