L' anima sparita

L' anima sparita

viernes, 17 de abril de 2015

Medusa

"Merecen encontrarse una cabeza de Medusa, que los transforme en estatuas de ópalo o de diamante para alcanzar la perfección que no tienen".

Medusa me miró fijamente a los ojos y me dejó petrificada, pero no de miedo, sino porque jamás había estado en la presencia de la belleza pura, de su descripción corpórea. Ahí estaba ella, mirándome con sus hermosos ojos penetrantes, con su sonrisa amplia, con sus cabellos negros como mambas negras a punto de devorarme el alma. Sin embargo, era demasiado tarde, pues ya me la había robado en el primer instante en que se hizo presente en mi vida.

Después de contemplarla un momento bajo el haz de luz que la Luna nos prestaba, cerré los ojos y lentamente me acerqué a su cara y besé sus labios; besé mi alma en su cuerpo y besó su alma dentro del mío. Por un momento, reencontré lo que había perdido (aún sin saber que tenía algo extraviado), por un momento, recordé todos los olvidos y viví todas mis vidas pasadas, presentes y futuras. Me inundó la plenitud, la paz, la felicidad. Supe que eran sus labios los que querría besar por mucho tiempo; al menos, eso creí hasta que besé su cuello, hasta que besé sus hombros, su pecho, su abdomen… En ese momento supe que no sólo eran sus labios los que besaba, no sólo sus labios ni su piel; era besar sus recuerdos, sus heridas, sus cicatrices, sus planes, sus sueños.

Entonces y sólo entonces supe que era esa esencia la que quería besar hasta que mis mil muertes me alcanzaran, que querría buscarla en cada una de mis resurrecciones, que no desearía reencarnar más sin la garantía de que estará también.

Miré de nuevo sus ojos, miré de nuevo mi reflejo en ellos, miré sus labios, miré su barbilla, su perfecta nariz; bebí nuevamente su esencia a través de sus labios y descubrí que ya no era la misma mujer la que me besaba, que yo ya no sería la misma jamás; que desde entonces, mi vida había cambiado para siempre. Que desde entonces, su vida no sería la misma nunca. Descubrí que el universo cabe en un beso, en un suspiro; entendí que el amor es algo que nace, se hace y se recrea con cada mirada, con cada caricia, con cada beso, con cada suspiro…
Medusa, mi Medusa, mujer de piel de seda, con ojos que arden y la belleza de una constelación en el costado. Medusa, tan frágil, Medusa tan bella, tan buena amante, tan maravillosa amiga, tan íntima confidente.

En la mañana, en la duermevela, por un momento creí que había soñado ese encuentro lleno de magia, de afortunados sucesos, de remolinos de besos, de huracanes de caricias y fue justo entonces cuando mi alma se llenó de angustia, no fue hasta que sentí el calor de su cuerpo, cuando escuché su respiración acompasada que volvió a mí calma. Entonces supe que no lo había soñado, que era Medusa quien dormía a mi lado, que me había dominado y que yo había dominado su naturaleza petrificante.

Ahora sólo vivo de ensoñaciones, ahora toca esperar a que Medusa se aparezca de nuevo en mi camino, para contemplarla, para besarla, para abrazarla y para dejar que me petrifique de nuevo con su incontenible e innegable belleza.

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