"Merecen encontrarse una cabeza de Medusa, que los transforme en estatuas de ópalo o de diamante para alcanzar la perfección que no tienen".
Después de contemplarla un momento bajo el haz de luz que la
Luna nos prestaba, cerré los ojos y lentamente me acerqué a su cara y besé sus
labios; besé mi alma en su cuerpo y besó su alma dentro del mío. Por un
momento, reencontré lo que había perdido (aún sin saber que tenía algo
extraviado), por un momento, recordé todos los olvidos y viví todas mis vidas
pasadas, presentes y futuras. Me inundó la plenitud, la paz, la felicidad. Supe
que eran sus labios los que querría besar por mucho tiempo; al menos, eso creí
hasta que besé su cuello, hasta que besé sus hombros, su pecho, su abdomen… En
ese momento supe que no sólo eran sus labios los que besaba, no sólo sus labios
ni su piel; era besar sus recuerdos, sus heridas, sus cicatrices, sus planes,
sus sueños.
Entonces y sólo entonces supe que era esa esencia la que
quería besar hasta que mis mil muertes me alcanzaran, que querría buscarla en
cada una de mis resurrecciones, que no desearía reencarnar más sin la garantía
de que estará también.
Miré de nuevo sus ojos, miré de nuevo mi reflejo en ellos,
miré sus labios, miré su barbilla, su perfecta nariz; bebí nuevamente su
esencia a través de sus labios y descubrí que ya no era la misma mujer la que
me besaba, que yo ya no sería la misma jamás; que desde entonces, mi vida había
cambiado para siempre. Que desde entonces, su vida no sería la misma nunca.
Descubrí que el universo cabe en un beso, en un suspiro; entendí que el amor es
algo que nace, se hace y se recrea con cada mirada, con cada caricia, con cada
beso, con cada suspiro…
Medusa, mi Medusa, mujer de piel de seda, con ojos que arden
y la belleza de una constelación en el costado. Medusa, tan frágil, Medusa tan
bella, tan buena amante, tan maravillosa amiga, tan íntima confidente.
En la mañana, en la duermevela, por un momento creí que
había soñado ese encuentro lleno de magia, de afortunados sucesos, de remolinos
de besos, de huracanes de caricias y fue justo entonces cuando mi alma se llenó
de angustia, no fue hasta que sentí el calor de su cuerpo, cuando escuché su
respiración acompasada que volvió a mí calma. Entonces supe que no lo había
soñado, que era Medusa quien dormía a mi lado, que me había dominado y que yo
había dominado su naturaleza petrificante.
Ahora sólo vivo de ensoñaciones, ahora toca esperar a que
Medusa se aparezca de nuevo en mi camino, para contemplarla, para besarla, para
abrazarla y para dejar que me petrifique de nuevo con su incontenible e
innegable belleza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario